La movilización y el movimiento popular en estos siete días de huega nacional

Por Patricio Pilca

Fotos: Cortesía

Lo primero que hay que destacar es el sorprendente número de movilizados, hay mucha pero mucha gente (mayormente jóvenes de entre 18 y 30 años) reunida en las calles; algunos estudiantes otros trabajadores, formales e informales, que manifiestan en las calles su rabia e indignación. Eso, en sí mismo, es una alegría política inmensa que pudiera ser vista como una victoria. Gente que por primera vez se suma al descontento popular y sin tapujos se pone en las primeras líneas de combate. Se cuentan por miles el número de gente que está cada día en plazas y parques; que ha llenado el centro histórico el día de hoy. Quizá, y sin equivocarme, esta huelga marca un nuevo ciclo dentro de las movilizaciones en los últimos 20 años.

Lo segundo, el movimiento es un movimiento popular con una masa que lo desborda. Hasta el movimiento indígena ha sido desbordado. En esas condiciones decir que hay figuras políticas detrás del movimiento es un grave error.

El tercer punto, relacionado directamente con el anterior, es que se nota un cierto tipo de atomización al interior del movimiento, tanto que es difícil una unificación de algunas cosas, por ejemplo, los discursos. Ni siquiera las organizaciones indígenas que están encabezando el movimiento poseen un discurso único que las identifique. Quizá las organizaciones de segundo grado no logran acoplarse a los dirigentes tradicionales. Pero, además, hay un buen porcentaje de personas que más bien están convocadas por la espontaneidad y la euforia propia de las huelgas.

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Por supuesto, a través de esto, el gobierno desde el día lunes planteó que: “solo dialogará con los que estén organizados, porque hay muchos vándalos y delincuentes”. Con eso el movimiento quedo divido en dos partes: por un lado, los organizados, y, por otro, los vándalos (violentos, pagados y manipulados). En el primer grupo quedaron las organizaciones tradicionales, por ejemplo, Ecuarunari y Conaie; y en el segundo grupo están (estamos) toda la gente espontánea y eufórica que ha participado desde el primer día de las movilizaciones, aquí están indios, negros, blancos, chicos, grandes, la verdad estamos todos los que no respondemos a ninguna estructura orgánica, somos los autoconvocados que no mantenemos una línea de partido o movimiento pero que hemos salido a las calles desde la indignación y la rabia de ver un presidente inepto. Esto nos lleva al siguiente punto, una de las tradiciones políticas en América Latina, particularmente en el Ecuador, ha sido el caudillismo; la historia del siglo XX es la historia de una política caudillista, donde toda la política gira alrededor de un protagonista. Desde Eloy Alfaro hasta Rafael Correa uno puede ir afirmando esto. Hoy ese caudillismo se ha perdido en el éxtasis de un movimiento desbordado.

Ahora bien, más allá de todas las muestras de xenofobia y racismo, la solidaridad de los sectores populares ha sido inmensa, se han conmovido de los que ellos mismos han hecho sus héroes. Héroes que no son más que el 6%. Si el movimiento sea desbordado, la solidaridad también se ha desbordado.

Finalmente, la táctica ahora es desgastar la huelga y al movimiento hasta que se cansen y se vayan. Pero además que los vándalos, criminales y delincuentes queden aislados.

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Kapari Comunicación

Red de Comunicación Comunitaria Ecuador