Franja de Gaza, Palestina

¿Por qué nos castigan? La situación en la Franja de Gaza, Palestina

Palestina

Al igual que en Palestina, en Israel también gobiernan partidos religiosos, como Likud, que no se conforman solamente con emplear su poderío militar contra los palestinos, sino que también buscan consagrar a su Estado como una nación judía. En este sentido, el mes pasado fue aprobada una resolución en el parlamento israelí, a pesar de su carácter antidemocrático y discriminatorio. Como no podía ser de otra manera, esta decisión fue aplaudida por Estados Unidos y pasó desapercibida para las demás democracias occidentales.

El pasado 28 de octubre de 2018 debió ser un día de preocupación y temor para nuestras sociedades. Los brasileños tienen mil y una razones para sentir desasosiego y angustia por su presidente electo, Jair Bolsonaro, famoso por su homofobia, misoginia, racismo y nostalgia por la dictadura militar. Pero quizá lo más alarmante es que la victoria de la extrema derecha ha sido normalizada a nivel mundial, e incluso países como Estados Unidos, Colombia o Argentina han mostrado su deseo de estrechar lazos con el gobierno carioca. De hecho, las mismas promesas racistas y populistas llevaron al magnate Donald Trump a la presidencia, y en el viejo continente la extrema derecha también venció en Polonia, Austria e Italia, mientras que en Alemania sigue ganando terreno y en España, el partido Vox, va exhibiendo músculo en las ciudades que visita.

Si la comunidad internacional es capaz de aceptar este tipo de dirigentes, ¿cómo no va a castigar a los movimientos de liberación que luchan por sus países? Hace casi trece años los palestinos votaron al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), convirtiéndole en la primera fuerza política en el Consejo Legislativo Palestino con 76 escaños de 132 posibles. Las reacciones occidentales no fueron amigables, ya que en lugar de un partido ultraderechista se trataba de un movimiento armado contra la ocupación palestina que Israel practica desde 1948. En este punto he de dejar claro que no puede justificarse la violencia, pero en este contexto de guerra es difícil que los proyectos políticos alternativos cristalicen en partidos ecologistas o defensores de los derechos animales, igual que es casi imposible que crezcan rosas en el desierto.

Al igual que en Palestina, en Israel también gobiernan partidos religiosos, como Likud, que no se conforman solamente con emplear su poderío militar contra los palestinos, sino que también buscan consagrar a su Estado como una nación judía. En este sentido, fue aprobada una resolución el mes pasado en el parlamento israelí, a pesar de su carácter antidemocrático y discriminatorio, porque perjudica a las minorías no judías que viven en Israel. Como no podía ser de otra manera, esta decisión fue aplaudida por Estados Unidos y pasó desapercibida para las demás democracias occidentales.

Por si fuera poco, la respuesta de Donald Trump fue incluir al líder político de Hamas, Ismail Haniye, y a otros tres movimientos que actúan en los territorios palestinos y en Egipto, en su lista oficial de organizaciones terroristas, lo que ha sido interpretado como una luz verde para que Israel vuelva a traspasar todas las líneas rojas contra los palestinos. Esta medida se añade a otras tomadas por Tel-Aviv contra la población de Gaza, formada por casi dos millones de habitantes aislados de Cisjordania.

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A estos se les niega la libertad de movimiento, y según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU, más del 50% de los habitantes de Gaza viven bajo el umbral de la pobreza y sin asistencia social y sanitaria, mientras que el desempleo alcanza el 60%. Todo este castigo económico, social y político contra la Franja, ha sido una represalia conjunta tanto de Israel como de la comunidad internacional por elegir, libremente, que Hamas administrara sus instituciones.

Teóricamente, resulta evidente que ambas partes, Israel y Hamas, recurren al uso de la violencia y el terror con fines políticos, matando a civiles y combatientes de forma indiscriminada. Si nos quedásemos con una definición aséptica de terrorismo, podríamos afirmar que los dos son terroristas. Sin embargo, este concepto tiene un cariz propagandístico. Su carga negativa se impone siempre contra el otro, de ahí que sea necesario adoptar una mirada crítica cada vez que escuchamos esta palabra. La Historia está repleta de ejemplos de grupos armados que han sido considerados terroristas por el poder y luchadores por la libertad para los desposeídos. En pocas palabras, podemos afirmar que la consideración de un grupo o una persona como terrorista depende, en gran medida, de su religión o raza y, en muchos casos, de quien sea su enemigo.

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Kapari Comunicación

Red de Comunicación Comunitaria Ecuador