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Entre la víctima y victimario: el caso Arturo Jarrín

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Desde la Red Kapari, presentamos en exclusiva una entrevista a uno de los miembros de las fuerzas de seguridad ecuatorianas que contribuyó a desmantelar al movimiento Alfaro Vive Carajo. Conocido como el Puma, torturó y asesinó a varios militantes de izquierda durante la década de los ochenta, con la complicidad de los servicios secretos israelíes y norteamericanos.

Han transcurrido treinta y dos años desde la muerte de Arturo Jarrín. Sin embargo, en la mente de, al menos, un militar retirado, la década de los 80 parecería aún mantenerse viva. Su actual oficina, ubicada en el quinto piso de un edificio de la capital, está adornada con insignias y títulos de rangos superiores -uno de cabo y otro de sargento-, que corroboran que no fue ningún “improvisado”. Y no, no lo fue. Formó parte del grupo de inteligencia contrarrevolucionario que desintegró a Alfaro Vive Carajo (AVC). De aquí en adelante, y para guardar su anonimato, le conoceremos como “Puma”.

– En la década de los ochenta nos comunicaron que nos someterían a una serie de pruebas físicas y psicológicas, pues el Gobierno de Febres Cordero requería de los servicios de un grupo de hombres altamente preparados. Recuerdo que nos llevaban a la ciudad de Quito por grupos. Las pruebas eran extremadamente agotadoras y se requería de un nivel de preparación muy alta. Luego de un par de meses, el capitán Contreras nos mandó a llamar a un grupo de compañeros; habíamos sido seleccionados para formar parte de los Pumas.

Agentes provenientes de Israel y Estados Unidos fueron los instructores personales de los Pumas, una fuerza de élite castrense formada por ciento cuarenta militares y creada por el expresidente León Febres Cordero.

-El objetivo [de Febres Cordero] era crear una fuerza inmediata y especializada por aire, mar y tierra para desintegrar, como fuese, al grupo terrorista Alfaro Vive Carajo. Este grupo tomó las pautas de Sendero Luminoso en Perú y las FARC, es decir, estábamos en medio de dos tormentas. Por lo tanto, la preparación de los israelitas fue intensa, se nos debía entrenar para matar a sangre fría.

Además de a “dar de baja” a los militantes de AVC, al Puma le enseñaron a practicar ciertos “juegos”. Juegos que, como les llama, utilizaban para que los presos delatasen a sus compañeros.

-Los juegos iban desde usar la electricidad, agua helada, golpes en las manos, muslos… Les metíamos filamentos en el pene y les comenzábamos a calentar con una fosforera; entonces les agarrábamos de las manos y les decíamos: ‘solo suéltame una mano y te saco la puta’. 

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La justicia llega. Un poco tarde, pero llega

La familia Jarrín encontró, hace una década, una esperanza de justicia: la Presidencia de la República creó la llamada Comisión de la Verdad el 3 de mayo de 2007. Esta comisión recibió más de seiscientos testimonios que permitieron configurar ciento dieciocho casos de violación de los derechos a la vida, integridad y libertad personales, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y torturas, entre otros.

Para el caso de Arturo Jarrín, esta investigación evidenció una persecución forzada por motivos políticos. El líder de AVC fue rastreado por casi un año y seguido hasta Panamá, país con el que las fuerzas policiales ecuatorianas mantenían vínculos de inteligencia. Esto fue corroborado con el hallazgo de un texto de la Unidad de Investigaciones Especiales (UIES) titulado “Localización de dirigentes de grupo subversivo Alfaro Vive Carajo en Panamá”.

Durante el período 1984-1988, la Policía Nacional contaba con una unidad denominada Servicio de Investigación Criminal (SIC), encargada de la investigación de delitos. De este departamento nació otra unidad de carácter secreto e inspirada en el modelo israelí, el SIC-10, cuya función fue abanderar la lucha contra la subversión.

El 24 de octubre del 2012, la Fiscalía General del Estado ordenó la exhumación de los restos de Arturo Jarrín. La necropsia 767-86, realizada el 27 de octubre de 1986, expone que la lesión por arma de fuego que impactó la mejilla izquierda de Arturo tuvo salida a través del mentón derecho. Además, se menciona una “fractura de los dientes delanteros, correspondientes al orifico de salida de un proyectil de arma de fuego”, es decir, que cuando la bala atravesó el mentón y penetró el molar izquierdo, ingresó al paladar y, a su vez, a la parte inferior de la mandíbula. Sin embargo, el nuevo examen del célebre forense peruano José Pablo Baraybar llegó a la conclusión de que dicha explicación era imposible, pues el proyectil había realizado otro recorrido, impactando en el mentón derecho.

Esta apreciación es relevante en cuanto que apoya el testimonio de Ernesto, hermano de Arturo Jarrín: “[La boca de mi hermano estaba] semiabierta, y pude observar que la mandíbula estaba desprendida, los dientes de la dentadura superior fueron cortados como con una sierra, y un diente superior del lado derecho estaba entero”. La fractura de las piezas dentales es consistente con la aplicación de una fuerza directa de un artefacto duro sobre la superficie bucal, en dirección de adelante hacia atrás.

Además, Baraybar expuso que las alteraciones registradas en la ropa no se correspondían con las lesiones descritas en el cuerpo. De igual forma, la forense Linda Mena estableció que, con relación a la autopsia original, existía una errada descripción de las prendas de vestir, así como una no coincidencia del número de heridas y desgarros. El examen de 2012 realizado por Mena registró dos lesiones no identificadas en la primera necropsia.

Por otra parte, la autopsia inicial dispuso que no pudo determinarse la posición de Arturo Jarrín cuando recibió los disparos, al haber sido “un blanco en movimiento”. Los desgarros presentados en el pantalón y calzoncillo se produjeron, según Mena, por un disparo mientras Arturo Jarrín estaba sentado, es decir, con el cañón sobre él. Asimismo, quien disparó a Jarrín debía haber estado a mayor altura que la víctima que, como se mencionó, no estaba de pie. Esta herida, para Mena, le llevó a la muerte después de horas de dolor.

Según esta nueva versión, los surcos que el cuerpo presentaba tendrían como explicación el paso del proyectil sin penetración o lesiones por un objeto a elevada temperatura. Del mismo modo, Enrique corrobora que pudo “observar que su cuerpo fue cortado con alguna arma corto punzante, como si se tratara de alguna hojilla de Gillette, y el tipo de cortes que observé los tenía hasta en el glande del pene”.

Linda Mena considera dos momentos: uno antes de la muerte de Jarrín, y otro cuando se llevó a cabo la misma. Durante el primero se produjeron lesiones no letales causadas por el impacto de un objeto contundente duro. El segundo, lesiones por arma de fuego, dos de las cuales se realizaron cuando estaba postrado, y que casualmente no fueron reportadas en la primera necropsia para no develar que se trató de una ejecución y no una balacera, como se ofreció oficialmente.

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Un juicio moral

En la ciudad de Quito, Benjamín Oswaldo García, de sesenta y tres años, policía en servicio pasivo, rindió su versión de los hechos sobre el caso Arturo Jarrín. García manifestó que, a partir de 1978, prestó sus servicios en la Oficina de Seguridad Pública, que recibió “ayudas económicas” del Gobierno de los Estados Unidos. En el informe de la Fiscalía General del Estado consta: “En dichas oficinas se creó un grupo antisubversivo donde trabajábamos cuatro agentes: tres eran civiles y yo policía. No recuerdo sus nombres, ahí nos identificaban por números (…). Mi número era el 42, y de este grupo yo estaba al mando por ser el más antiguo”.

Por otra parte, García manifestó que “en una fecha que no podría precisar” se produjo un asalto a una entidad bancaria en el sector de la Villa Flora, cuyo resultado fue el arresto de una mujer y dos hombres. “Después les compartimentamos. Eso consistía en ponerles un pasamontañas y, luego, trasladarles a la oficina de seguridad pública para elaborar el parte y entregarles a las oficinas del SIC-P. Recuerdo que entre los detenidos estaba Arturo Jarrín”.

García vigilaba de cerca a la familia Jarrín, pues en el informe de la Fiscalía General del Estado se lee claramente que “[García estuvo] en el caso de Arturo Jarrín reconociendo sus movimientos, para lo cual me valía de gente que tomaba con sus hermanos. Ellos me pasaban la información y, a su vez, nosotros la clasificábamos para convertirla en inteligencia”. Los informantes eran amigos del barrio de la familia Jarrín, y por sus servicios recibieron cerca de cuatro millones de sucres. Además, García expresó que participó en la captura de una de las hermanas de Arturo y su esposo (hermano de Cajas Lara), en el sector de la empresa Coca-Cola.

Una vez que Arturo salió del penal, el jefe de la UIES, Edgar Vaca Vinuesa, designó a García para la revisión total de los archivos de pasaportes. En este sentido, su trabajo se centró en indagar el movimiento migratorio de un hombre con apellido Sánchez, ciudadano que había viajado a Panamá. Dos agentes, de pseudónimos Santiago y Alejo, estuvieron en el interrogatorio de Jarrín en Tambillo, así como “unos investigadores del FBI y, supongo, que debe haber estado del jefe de la UIES y el teniente Revelo”.

Por su parte, el Puma reconoció que vulneró los derechos humanos, pero también recalcó que “estábamos en una situación en donde eras tú o el enemigo, y los logramos desmantelar infundiendo temor. Fue el mismo Febres Cordero quien nos repitió que si ellos nos quieren amedrentar una vez, nosotros lo debíamos hacer diez veces. Teníamos el apoyo del Gobierno, los mecanismos posibles y la preparación”.

El Puma pidió ser jubilado a los veintidós años de servicio. Ahora ha creado su propia escuela de entrenamiento para preparar a los aspirantes a las Fuerzas Armadas, y trata de incentivar a sus alumnos a partir de sus propias experiencias. No obstante, él su familia han sufrido represalias contra su vida por su pasado, e incluso denuncia que intentaron violar a su hija.

La última pregunta que este periodista hizo al Puma fue interrumpida. “Hagamos cuenta de que mi hijo hubiese formado parte de ABC, aunque lo dudo. Le hubiese dado de baja sin pensarlo dos veces. Ese era mi trabajo”.

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Kapari Comunicación

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