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El Cuerpo, una cuestión de clase

Fernando Cerón kapari

El cuerpo no es una construcción natural, es un producto histórico que depende que las condiciones sociales y los modos de producción presentes que moldean a los cuerpos en torno a sus demandas, por lo tanto, el cuerpo es un producto histórico y nuestro contexto actual es un cuerpo creado por el capitalismo.

Decía Lenin en “Estado y Revolución” que: “Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que las leyes refrendan y formulan en gran parte), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo, y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo de otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social.

La clase, son grupos humanos diferenciados entre ellos de manera principal por la disímil porción de riqueza social que reciben, la clase es ante todo de carácter económico, pero es también una clase con diferente acceso a medios culturales y sociales. Se configuran por la capacidad de un grupo de poseer el trabajo de las otras, esta posesión de trabajo permite a los miembros de la una, el control sobre la vida y el cuerpo de los miembros de las clases dominadas, este dominio genera prácticas, costumbres, gustos intereses diferentes entre las diversas clases, mismas que son visibles en el plano subjetivo donde la liberación del tiempo y la fácil resolución de la reproducción del mundo material, permite el desarrollo de gustos de necesidad y gustos de lujo. Las diferencias económicas de las clases conducen a diferencias en el plano subjetivo.

La sociedad está conformada por dos clases fundamentales, la de los propietarios y la de los no propietarios, estas clases articulan y retroalimentan en una relación dialéctica -en un tira y afloja, en un constante enfrentamiento- las formas, lógicas, actitudes, expresiones, deseos, gustos, de toda la sociedad. La clase dominante se estructuró para sí, y a la vez estructuró las lógicas del cuerpo y la sexualidad, ancladas a la necesidad de construir relaciones de dominación y efectos de hegemonía, que establecían y establecen a la economía capitalista en el centro de las relaciones humanas, es decir, el cuerpo es un cuerpo del capitalismo, diseñado históricamente por aquello que Foucault llamó biopolítica.

Este proceso implica la construcción de un poder hegemónico, es decir, la configuración de una sociedad donde los grupos dominados aceptan como propios los interés de los dominadores generando un pacto inter-clases y apaciguando el enfrentamiento entre ellas, una sociedad construida en torno a la visión del grupo dominante. Esta generación de dominación, se da tanto en el campo ideológico como económico de la sociedad y permite que determinados grupos logren, en un proceso histórico, configurarse en la clase dominante, controlando: los deseos, aspiraciones; pero también los cuerpos y la sexualidad; de aquella manera las expresiones del grupo dominantes se naturalizan y con ello se naturaliza la dominación de un determinado grupo, configurado en una clase dominante.

Una de las expresiones de la hegemonía es la alienación de los cuerpos, donde se muestra una ruptura entra la forma naturaleza del cuerpo, subsumida al control de una racionalidad, donde la naturaleza/cuerpo es transformada en una mercancía que se la puede intercambiar en un mercado muy particular, se trata del mercado de los valores simbólicos y sociales.

Hay quienes creen poder denunciar a la vez dos hipocresías: una, dominante, de la burguesía que negaría su propia sexualidad; otra, inducida, del proletariado que por aceptación de la ideología de enfrente rechaza la suya propia. Esto es no comprender el proceso por el cual la burguesía, al contrario, se doto, en una afirmación política arrogante, de una sexualidad parlanchina que el proletariado por mucho tiempo no quiso aceptar, ya que le era impuesta con fines de sujeción. Si es verdad que la sexualidad es el conjunto de los efectos producidos en los cuerpos, los comportamientos y las relaciones sociales por cierto dispositivo no actúan de manera simétrica aquí y allá, que por lo tanto no produce los mismos efectos. Hay pues que volver a formulaciones desacreditadas desde hace mucho, hay que decir que existe una sexualidad burguesa, que existen sexualidades de clase. O más bien que la sexualidad es originaria e históricamente burguesa y que induce, sus desplazamientos sucesivos y sus trasposiciones, efectos de clase de carácter específico (Foucault, 1998, p.75).

Lo mismo que se afirma de la sexualidad podemos trasladarlo a la comprensión del cuerpo. Existen cuerpos burgueses, existen cuerpos de clase, la forma de cuerpo dominante que se ha incorporado en el proletariado es originaria e históricamente burgués y no son los mismos cuerpos, son expresiones de cuerpo en tensión y enfrentamientos construidos en un enfrentamiento dialéctico, donde los cuerpos de las diferentes clases se han desarrollado en negación de las clases opuestas y en aceptación de determinadas formas ajenas, donde las clases dominantes buscan alejarse de las formas y modos de las clase dominadas buscando aseverar su propia identidad, efecto similar se da en las clases dominadas, pero también existen puntos de acercamiento, donde los cuerpos se asemejan en el caso de los dominados para poder acercarse a los dominantes y tener un mejor lugar en la escala social; o establecen estéticas que configuraran su identidad distanciada absolutamente de los dominantes al no poder calzar en los modos y formas alíen . Los cuerpos alienados para estar al servicio del mercado, recreados como construcción y mecanismos de dominación de una clase sobre otra, cuerpos de la hegemonía, esos son nuestros cuerpos de hoy, productos históricos de la dominación y las necesidades del capitalismo.

El capitalismo no pudo desarrollarse sino a precio de la inserción controlada de los cuerpos en el aparato de producción y mediante un ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos, esta relación entre cuerpo y economía se gesta mediante lo que Foucault llamó dispositivos, que en última instancia son el mecanismo mediante el cual el tipo de demanda económica controla al cuerpo y la sexualidad de los sujetos para ponerlas a servicio de las dinámicas mercantiles. Así se generó durante la mayor parte de la modernidad el dispositivo  de alianzas, que reguló las formas de configuración de la familia para hacerla más productiva. Hoy impera el dispositivo sexual, que mediante los mecanismos de administración de la sexualidad dan lugar a la fluctuación y consumo propios del capitalismo financiero. 

La estructuración de estos dispositivos implica que poder y placer no se anulan o se enfrentan, sino que se encadenan y entrelazan en una sola expresión, de tal forma que la ampliación de los placeres implica una mayor capacidad administrativa sobre los cuerpos. En la sociedad moderna placer y poder están inexorablemente ligados, el nombrar, el expresarse, la confesión de las practicas, la medicación de lo anormal, son formas de inclusión, donde el placer está controlado mediante el saber de sus prácticas, la ampliación de placeres que hablan de sí, que cuentan de su existencia y le permite al poder mayor capacidad de control.

COMUNICACIÓN COMUNITARIA

El cuerpo construido en el capitalismo no es más que una mercancía, producto enajenado que vaciado de naturalidad existe como medio de intercambio, máquina de trabajo a disposición de extracción de plusvalor, territorio natural a disposición del control de la racionalidad económica que explotará al cuerpo hasta la propia muerte, y el cuerpo del propietario como vitrina de exhibición del éxito personal, diseñado para mostrarse, es el cuerpo en el capitalismo un espacio privilegiado de control y dominio, de reproducción y consumo, de venta  e intercambio de trabajo.

Pero la lógica del control del cuerpo no solo subsiste como forma de dominación en favor de los marcos económicos del sistema, sino que también funcionan como medios de reproducción y determinación económica de la sociedad. Así, la administración del cuerpo se genera desde discursos de la libertad sexual y del cuerpo, discursos provenientes desde el mismo poder cuya lógica es el saber/conocer lo diferente, lo subterráneo para poder ejercer una administración adecuada, no fuera posible administrar aquello que se desconoce.

Elementos como la educación, la alimentación, el prestigio, el trabajo, el tiempo libre, la posición social afectan directamente al cuerpo, a como lo representamos y lo expresamos, de esta forma la clase se imprime en el cuerpo, las relaciones materiales y sus derivados simbólicos y sociales en cada individuo conllevan una performatividad particular del cuerpo, el cuerpo se altera, cambia, construye y reconstruye en base a la posición de clase de cada sujeto.

Los cuerpos no son pues propiedad de los sujetos, son propiedad y construcción social, en este caso, de una colectividad que ha aceptado al capitalismo como forma dominante en su forma de vida.


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