Los micromedios y las narrativas mediáticas: cultura y democracia

Miguel Angel Soto Kapari

La organización en red global ha demostrado que establece desequilibrios de oportunidades y posibilidades entre los países, reproduciendo las diferencias socioeconómicas, tecnológicas y culturales.

El autor Mohammed Nour Eddine Affaya señala que “vivimos en una era de cambio rápido donde la tecnología, la desterritorialización y la desnacionalización van acompañados de los procesos virtuales”, sugiriendo que hay una creciente instauración de un colonialismo tecnológico y cultural, con el pretexto de que la mundialización constituye el “estadio supremo de la civilización humana”. Es decir, económicamente el mundo gira desde el mercantilismo globalizado, pero la cultura ha desarrollado un sistema de símbolos y sensibilidades mundiales forjando un “imaginario colectivo internacional de desterritorialización”.

Dicho de otro modo, son procesos que colaboran en la apropiación de los recursos imaginarios colectivos e individuales a través de las industrias culturales, estableciéndose separaciones culturales e “invisibilizando” la pobreza, que está sustentada por redes supranacionales que amplían su eje de acción y se difunden una gran diversidad  de narrativas mediáticas que, en microsegundos, son capaces de confundir a los usuarios de las redes entre lo que significa la cultura masiva y la cultura popular.

Por otra parte, el capitalismo se beneficia de la multiplicidad de usuarios para el desarrollo de sus tendencias expansivas, así como del imaginario colectivo, aprovechando las diferencias y particularidades nacionales, regionales y locales para construir estrategias necesarias para el dominio del mercado, originándose efectos como la fragmentación de las identidades, anulando los espacios reales de democracia, haciendo de esta táctica una estrategia del poder dominante.

De la misma manera, la red de redes, apoyada por el discurso de la globalización/mundialización, se interconecta en mercados materiales y simbólicos que modifican las percepciones culturales de los sujetos, originando fragmentaciones de identidades y un falso imaginario de una existente “cultura internacional/única”. Según algunos estudios etnográficos, los usuarios llegan a pensar que la cultura popular y sus dimensiones no son más que expresiones folclóricas y lejanas del mundo moderno, cuyos efectos y percepciones por parte de éstos (usuarios) están ligados, en la mayoría de los casos, a nuevas formas de intolerancia, racismo, xenofobia, guerras étnicas y prejuicios de todo tipo.

Al mismo tiempo, la organización en red global ha demostrado que establece desequilibrios de oportunidades y posibilidades entre los países, reproduciendo las diferencias socioeconómicas, tecnológicas y culturales. Así, los verdaderos espacios reales de democracia y participación son cada vez más escasos, poniendo en crisis a las sociedades modernas.

Estos sistemas no son uniformes, aunque están sobre la base de la homogenización. Unen, separan y multiplican distancias entre las culturas y los individuos, obviando las desigualdades entre los pueblos ricos y pobres. Estas nuevas relaciones con los “otros” han proporcionado la oportunidad de crear nuevos contactos culturales, pero también nuevas formas de fanatismos, intransigencias raciales u hostilidades xenofobicas, entre otros muchos tipos de discriminación, en las que se fundan altos niveles de violencia.

Frente a esta realidad, se hace imperativo diseñar estrategias comunicativas a través de medios eficaces, como son los llamados micromedios (vlogs, podcast, videocast, etcétera), provenientes de las tecnologías de la información y comunicación (TICS). Estos son hoy la alternativa más importante en los sistemas de comunicación a nivel de redes, ya que sus canales de difusión son la impronta que permiten a las nuevas narrativas mediáticas la posibilidad de educar a millones de usuarios tecnológicos, contrarrestando las versiones que emanan desde los grupos de poder y sus canales oficiales de comunicación.

Sobre esta posibilidad que ofrecen los micromedios, es necesario preguntarse: ¿Cómo se deben orientar los contenidos en estos canales alternativos de comunicación? UNESCO, por ejemplo, recomienda desplegar en los productos digitales contenidos de manera “interdisciplinaria, que engloben armamentismo, seguridad, relaciones internacionales, transformación y negociación de conflictos, prevención, teorías post-desarrollistas, no-violencia y sobre todo incluir los temas de género, interculturalidad y medio ambiente”. Estos temas necesitan estar conectado con estudios de historiografía, antropología, filosofía y educación, es decir, todas aquellas ramas o campos establecidos que aporten nuevos acercamientos hacia una cultura para la paz.

Los micromedios deberán ser dinámicos y creativos, pero por sobre todo, aportar a las reflexiones políticas y potentes, capaces de derribar las estructuras que perpetúan la cultura de la violencia, proponiendo no solo nuevos lenguajes, sino también nuevas narrativas, tales como: los valores de la diversidad, el respeto por la democracia y los derechos humanos para reducir, en alguna medida, las expresiones de violencia que prevalecen en las redes y los medios de comunicación de carácter tradicional.

Las propuestas alternativas desde los micromedios, según Belandria Cerdeira y Rodolfo Rojas, establecerán directrices en tres dimensiones de la violencia: La directa (agresiones personales, terrorismo, guerra), que implica muerte perdida agresión directa a la vida; la estructural (pobreza, injusticia, desempleo), que implica el bajo nivel en lo que bienestar social se refiere y que genera un círculo de problemas sociales; la cultural (ideologías, campañas, creencias), que implica la posibilidad de identificar y aceptar el otro, la tolerancia y la convivencia.

De manera análoga, los micromedios necesitan apoyarse/sustentarse en las identidades individuales, grupales y comunitarias. Estas son las que se harán cargo de las narrativas mediáticas, convirtiéndose en un poderoso discurso contra los sistemas de dominación cultural apostando a la tolerancia, que es la base esencial para la resolución de diferentes tipos de conflictos.

En consecuencia, la tarea fundamental de los micromedios es el reconocimiento de las diferencias étnicas, culturales, de opciones y de estilos de vida, haciéndose necesario activar el vínculo entre la ciudadanía y la(s) cultura(s), cuyos accionares busquen transformar la realidad en la que vivimos. Las propuestas deberán necesariamente articular la tríada académica Historia, Cultura y Comunicación.

Finalmente, los micromedios se deben perfilar hacia contenidos comunicativos que apunten a los movimientos sociales. Son estos los que poseen visiones emancipadoras, propuestas políticas innovadoras y creativas, generando marcos teóricos y políticos que son capaces de interpretar las visiones que se sitúan en las periferias del mundo-nación. Serán estos los espacios reales de comunicación y de nuevas narrativas mediáticas que buscan no solo liberar a los sujetos, sino también establecer claramente la diferencia entre la cultura masiva y popular.

Published by

Kapari Comunicación

Red de Comunicación Comunitaria Ecuador