Cuenca es conocida por los cuatro ríos que atraviesan su ciudad y que, desde siempre, proveen de agua a los pobladores de zonas urbanas y rurales. El “Quinto Río” es la metáfora con la que luchadorxs de los páramos, comunas y ciudades del cantón Cuenca -lugar donde se ubica el proyecto minero Río Blanco- han denominado a la resistencia contra Junefield Mineral Resources Holdings Limited.
La ciudad de Cuenca es conocida por los cuatro ríos que atraviesan su ciudad y que, desde siempre, proveen de agua a los pobladores de zonas urbanas y rurales. El “Quinto Río” es la metáfora con la que luchadores y luchadoras de los páramos, comunas y ciudades del cantón Cuenca -lugar donde se ubica el proyecto minero Río Blanco- han denominado a la resistencia contra Junefield Mineral Resources Holdings Limited, empresa minera de capitales chinos que desde el 2016 tiene licencia de explotación de oro y plata en los páramos de Río Blanco. “El Quinto Río -dicen los luchadores y luchadoras en defensa del agua- inundará las calles de las ciudades y ascenderá a los páramos a recuperar las tierras hoy ocupadas por la minera”.
La comunidad de Río Blanco ubicada en parroquia Molleturo, cantón Cuenca, es el lugar donde se asienta uno de los cinco proyectos mineros estratégicos para el gobierno nacional. Recordada es la visita que el ex vicepresidente; y hoy preso por corrupción, Jorge Glas Espinel, hizo en 2016 anunciando que, con la licencia de explotación del proyecto minero, se daba inicio oficialmente a la explotación minera a mediana escala en el país.
Pero un inicio no garantiza continuidad, pues justamente ese anuncio encendió nuevamente la resistencia anti minera, resistencia que no es nueva, pues hace casi 10 años atrás las acciones organizadas de los pobladores de las comunidades de la parroquia Molleturo y de poblaciones costeras como Naranjal, han dificultado y en ocasiones frenando el avance de las transnacionales en territorio.
La organización popular, tanto de las comunas de Molleturo como de las organizaciones sociales de la ciudad, han demostrado que es posible incidir y transformar desde la base. El último ciclo de lucha, que inició en el pasado agosto, logró reagrupar fuerzas de la resistencia en Molleturo; comunidades que se encontraban distanciadas y divididas a causa de la empresa minera se sentaron a dialogar y nuevamente juntaron fuerzas en un frente de defensa del agua y el páramo. Innumerables expresiones de apoyo y solidaridad recibieron las comunas que se tomaron la vía de ingreso a la mina, montando en medio del páramo, asambleas, reuniones, talleres, vigilias para resistir la toma acompañados de organizaciones de todo el país que visitaron la zona. En la toma aguantaron asedios, desalojos, intimidación por parte de trabajadores de la mina, guardias privados y fuerza pública.
Los continuos ofrecimientos de prevendas de la empresa para comprar a líderes y pobladores, la presencia militar en la zona tras la quema del campamento en el mes de mayo, y la criminalización de varios compañeros y compañeras acompañada de campañas mediáticas de desprestigio a luchadores y luchadoras de Molleturo y Cuenca, no hicieron más que reafirmar la postura de lucha frente al proyecto minero en Río Blanco, y no solo eso, sino que provocaron que sectores de la ciudad de Cuenca, gobiernos locales y autoridades se posicionen a favor de la resistencia y el cuidado del agua. Basta mencionar la Gran Asamblea Ciudadana convocada por el alcalde de Cuenca en el marco de la constitución, para que la ciudadanía se pronuncie frente al tema, y cuyo resultado fue un mayoritario y rotundo rechazo a la presencia de empresas mineras en páramos y fuentes de agua de las cuales depende la gente.
La adhesión ha sido notoria, además de organizaciones sociales que siempre han apoyado la lucha antiminera en Azuay, la Iglesia Católica también se sumó a la lucha, celebrando hace pocos días una eucaristía en favor del agua, y condenando la presencia de mineras que no solo contaminan, sino que causan división y vulneran los derechos de la gente.
Una vez más, pueblos indígenas y campesinos se ponen a la cabeza de la defensa encarnizada del territorio, del agua, de los bienes comunes de toda la humanidad. Una vez más, el gobierno, a pesar de los ofrecimientos de diálogo, se pone del lado del poder económico, defendiendo los intereses de las empresas mineras a quienes no duda ni un segundo, en resguardar con la fuerza pública; a quienes muestra permanentemente su respaldo criminalizando a luchadoras y luchadores sociales además de dar contundentes declaraciones que afirman la impecabilidad ambiental y social de la operación de Junefiel en Río Blanco (minería a la que llaman “responsable”).
Sin embargo, nada dicen sobre los ojos de agua y humedales ya desecados por la empresa, sobre los frentes pro mineros y de choque que organiza la empresa para asediar a la población en resistencia, sobre la falta de socialización del estudio de impacto ambiental con las comunidades y peor aún, la falta de consulta previa como establece la constitución. La presencia de la minera ha provocado una fuerte polarización al interno de la parroquia entre grupos pro mineros y comunidades en resistencia, tensión que se mantiene latente y que podría llevar a una escalada de violencia, ese es otro hecho del cual es responsable la minera y frente al cual el gobierno no se ha pronunciado.
Si bien, en la coyuntura de la lucha jurídica, la Corte Provincial de Azuay ratificó la acción de protección presentada por la violación del derecho al agua y a la consulta previa por parte de la empresa Junefield; la decisión, favorable hacia las comunidades, cambia el escenario de lucha social, lucha que estamos seguros continuará firme, creciendo y fluyendo como el quinto río que inunda todo y que limpia los páramos.
Nos solidarizamos y nos sumamos a la resistencia de las comunidades de Río Blanco, Llano Largo, Cochapamba, Yumate, Shin Alto, Molleturo, Naranjal, al pueblo azuayo consciente, y a las organizaciones sociales que ponen su espíritu y acción en defensa del agua, de los páramos, en suma, de territorios libres de minería transnacional.
Las organizaciones indígenas y campesinas son custodias de los páramos y fuentes de agua desde mucho antes de los tiempos de la hacienda, por ello sabemos y afirmamos, que la lucha por el territorio y por el agua, es una lucha constante, sin tregua y contra reloj; lucha que deberá seguir nutriéndose de la acción decidida de los corazones y mentes cuya intención es el bien común y no la acumulación del capital por encima de la vida.
Published by