La actualidad de la revolución

El fin del socialismo evidenció el resquebrajamiento del proyecto histórico de la izquierda y abrió el debate sobre su pertinencia en el escenario político internacional. La catástrofe del comunismo como movimiento mundial no era sólo la de sus regímenes, sino de la revolución inspirada en Marx.

El fin del socialismo evidenció el resquebrajamiento del proyecto histórico de la izquierda y abrió el debate sobre su pertinencia en el escenario político internacional. La catástrofe del comunismo como movimiento mundial no era sólo la de sus regímenes, sino de la revolución inspirada en Marx. Para Hobsbawm (2011), el marxismo fue considerado una ideología en desuso, a pesar de su intensa vigencia durante los últimos 160 años, provocada por su capacidad para movilizar fuerzas sociales y ostentar una presencia crucial en determinados períodos de la historia del siglo XX.

La teoría revolucionaria entró en recesión tanto política como intelectualmente, se dejaron de revisar los textos de Marx, Engels o Lenin bajo el supuesto de que el desmoronamiento de los regímenes socialistas excluía cualquier esperanza de que pudiese surgir un socialismo distinto y mejor. Muchos tiraron sus libros a la basura y llenaron sus estanterías de pensamiento posmoderno.

El trauma epistemológico

En los años setenta surge una corriente crítica al marxismo leninismo conocida como el eurocomunismo, cuyo eje de reflexión planteaba los problemas de la revolución socialista en los países capitalistas y la necesidad de convertir al partido revolucionario en un partido de masas; dicha táctica conduciría en un futuro a ampliar su base social, con lo que sería posible llegar al gobierno en elecciones pluripartidistas. Sus planteamientos hacen referencia a las categorías gramscianas para diseñar una estrategia socialista que permitiera adaptar el éxito soviético a las condiciones de Europa Occidental. Se reintrodujo la contraposición entre sociedad civil y Estado, y con ese objetivo se distinguió la toma del poder por parte de los trabajadores (guerra de movimientos) de la conquista previa de su hegemonía política, mediante una alianza con toda la población oprimida (guerra de posición) (Katz, 2005).

La influencia del eurocomunismo cambió el ejercicio de la política de izquierdas: por un lado, se fortaleció la socialdemocracia a través de su participación en las elecciones y su posterior llegada al gobierno; por otro lado, se alentó la movilización social con el objetivo de conseguir hegemonía política en las sociedades europeas. El giro ocurrido es alimentado por nuevas lecturas sobre la estrategia, que para Albamonte y Maiello (2017) son claves para analizar el trauma epistemológico en la comprensión y negación de la misma. Se abrieron dos vías de negación, una teórica, fundamentada en el pensamiento anti estratégico, y una política, presente en las últimas experiencias de movilización social que no condujeron a la toma del poder.

El giro epistémico que se anunciaba desde los sucesos de Mayo del 68 devino en un debate sobre el retorno del sujeto histórico. Este ya no es el proletariado, sino el conjunto de los explotados y marginados de la sociedad que resisten frente al capitalismo, un sujeto anónimo, desclasado e invisibilizado en la idea de multitud. De otro lado, surge la tesis del bíopoder de Foucault y la omnipresencia de un control uniforme que oculta las asimetrías y las desigualdades sociales, y el poder pierde cualquier determinación histórica, pues faltan los detentadores específicos del mismo, y las metas concretas a las que sirve su ejercicio.

Bajo estos argumentos, comenzó un movimiento de retirada y deserción del campo estratégico bajo el supuesto de que, donde hay poder, hay resistencia. El enemigo a vencer ya no es el Estado como garante de las relaciones de dominación en el capitalismo, sino como una relación de poder entre muchas, con lo cual, la estrategia quedó reducida a cero, diluida en una suma de resistencias múltiples de los movimientos sociales, donde la miseria de la política sin estrategia estaba a punto de comenzar.

La clase trabajadora como clase dominante

Los movimientos sociales de finales del siglo XX se caracterizaron por la diversidad de sus demandas y repertorios de acción colectiva, que en muchos casos terminaron siendo más importantes que sus propuestas. Prueba de ello son las movilizaciones anti globalization, que tuvieron su punto de inflexión en la Batalla de Seattle. Claro que es relevante pelear por la desigualdad de género, la violencia, los derechos de la naturaleza, los animales, el carril de la bicicleta o la comida sana, pero más importante es luchar por el conjunto, es decir, luchar para conseguir la acumulación del mayor volumen de fuerza estratégica en el combate contra el verdadero enemigo de clase.

El problema de algunos movimientos sociales es que invisibilizaron la condición de clase, creando un velo ficticio sobre el cual nadie quiere percibirse como trabajador o trabajadora, particularizaron su lucha y dejaron de lado las reinvindicaciones en otrora vitales para el campo popular. Podríamos asumir que la lucha social cambió de centro de gravedad, de la disputa anti estatal capitalista hacía una lucha legal por alcanzar un estado incluyente y diverso. Un trampa muy atractiva para el pensamiento progresista.

Es clave avizorar la cualificación de la clase social, no como un proceso mecánico, sino dialéctico, en donde la praxis revolucionaria se encuentre indivisiblemente integrada en idea y acción. Una praxis capaz de fundir al sujeto revolucionario con los trabajadores como única clase social que puede impugnar en su totalidad al sistema. Este hecho requiere un cambio en el centro de gravedad de la estrategia política de la izquierda, abandonar proyectos quiméricos y desestimar los terceros lugares. Como señala Clausewitz, el centro de gravedad refiere al centro de poder y movimiento del cual dependerá todo, el golpe concentrado de las fuerzas deberá dirigirse contra el centro de gravedad del enemigo, en otrora el Estado como garante de los bienes materiales del capitalismo, por un nuevo–viejo enemigo: la burguesía en todas sus formas.

Planteamos abrir una discusión que hable sobre la actual situación de clase a la que debería abocarse la izquierda en el Ecuador, bajo la comprensión de la influencia relativa de la política sin estrategia. Si es necesario reinventarnos, pues habrá que hacerlo.

 

Bibliografía

  • Albamonte, E. & Matías M. (2017). Estrategia socialista y arte militar. Buenos Aires: Ediciones IPS
  • Hobsbawm, E. (2011). Cómo cambiar el mundo. Marx y el marxismo 1840 – 2011. Buenos Aires: Crítica
  • Katz, C. (2005). Pasado y presente del reformismo. Disponible en: http://bit.ly/2Kpq6aX

Published by

Cristina Benavides

Comunicadora, socióloga y comunista, aunque ya no esté de moda.